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EMILE DUBOIS

PERSONAJE HISTÓRICO DE VALPARAISO
Sus misterios y verdades

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Todos en Valparaíso lo conocen. Su animita en el Cementerio Playa Ancha está atiborrada de placas de gratitud. Es el santo pagano del Puerto: un ladrón que robaba a los ricos para dar a los pobres, dice la leyenda; un asesino que robaba para sí mismo, dicta la sentencia de 1907 que lo mandó al patíbulo.

A principios del siglo XX, desde el 7 de marzo de 1905 al 14 de abril de 1906, se cometieron asesinatos en Valparaíso y en Santiago de coincidentes características. El impulso moderno de la ciudad había traído no solamente avances tecnológicos y aires cosmopolitas, sino el aumento de los actos criminales y su recrudecimiento. El periódico El Mercurio de Valparaíso concluía en sus notas que los fastuosos hechos se ejecutaban con total impunidad, poniendo de manifiesto la poca eficiencia de la policía local. Todo cambió al capturarse un hombre, que había atacado a un respetado dentista con un garrote y dado a la fuga. Era Dubois. Entonces las autoridades y la prensa apuntaron sus dardos hacia este hombre como principal sospechoso de cuatro asesinatos. Londres había tenido a su Jack el Destripador en 1888, bien le podía tocar a Valparaíso sufrir su propio asesino en serie.
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Dubios estuvo nueve meses en la cárcel. Se declaró inocente hasta su fusilamiento el día 26 de marzo de 1907. Durante su reclusión, recurrentes artículos periodísticos sobre el proceso judicial, datos de su vida, apreciaciones sobre su actitud y entrevistas, fueron alimentando un exacerbado interés o morbo por el recluso. Fue tanta la exposición que el mismo Dubois, en tono irónico, dijo que los diarios del Puerto debían mandarle una nota de agradecimiento por todas las noticias que les generaba.
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Emile Dubois fue, sin dudas, un personaje misterioso que despertaba curiosidad. En primer lugar, era educado, hablaba con gracia y se consideraba a sí mismo un caballero. Tenía ideas superiores a las de un criminal vulgar- escribió Inocencia del Campo, autor de una biografía del acusado, publicada sólo meses después de su fusilamiento. Gozaba de buena constitución física, era bajo, ancho de espaldas, con pómulos salientes y ojos claros. Tenía esa mirada de los hombres eminentemente magnéticos, que dominan a las multitudes y a los locos- comenta del Campo.
Diario de la época, anunciando la llegada de Dubois a tribunales
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En segundo lugar, nunca se pudo aclarar del todo su nacionalidad ni su nombre. Decía llamarse Emile Dubois Morales, colombiano de descendencia francesa, pero la policía encontró documentos que lo identificaban como Luis Amadeo Brihier Lacroix, francés de nacimiento. Con este último nombre se casó días antes de cumplirse la pena de muerte. Aún así pasó a la historia como Dubois. Su nombre, como los episodios de su vida, ya pertenece al territorio de la leyenda. Se dice que de joven fue obrero de una mina en Courrières, Francia, donde habría cometido su primer asesinato; que presentó una obra teatral en Barcelona, donde habría cometido –también- su primer asesinato; que fue cómico de zarzuela en Venezuela y Capitán en Colombia.
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Lo cierto es que a Emile o a Luis una vez apresado se le acusó de inmediato de ser autor de los homicidios del señor Lafontaine, Tillmanns, Titius y Challe, además de intentar matar al dentista Davies. El juez Santa Cruz, a cargo del caso, se transformó en su acérrimo enemigo; era un convencido de su culpabilidad y para su ventaja existían pruebas que conectaban al recluso con las víctimas. Por ejemplo, éste había empeñado un reloj con el mismo número de serie al que fuera robado a Lafontaine; y se encontró entre sus cosas unos diamantes que pertenecían a Tillmanns. Según Dubois el reloj lo había adquirido en Panamá hace catorce años y las piedras preciosas las había comprado a un hombre en el malecón.
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En el caso de Challe, éste era uno de los caballeros a los que Dubois les pedía ayuda monetaria. El reo no tuvo problema en confesar que ese era su sistema de vida en Valparaíso debido a su falta de fortuna, y que Challe había sido el primero en apiadarse de su situación. Según el biógrafo del Campo, Dubois mataba por dinero, exceptuando cuando asesinó a Challe, quien se habría negado a seguir dándole, transformando su necesidad en venganza.

A pesar de que la defensa del acusado era débil -en sus declaraciones siempre reinaba la coincidencia- también es cierto que el juicio fue apresurado, que un testigo clave de Dubois desapareció antes de ser llamado a declarar, y que finalmente se le sentenció sólo por el asesinato de Lafontaine, sin pruebas directas que lo incriminaran, y por el atentado contra Davies. Es decir, que injustamente se le acusó de los demás crímenes, ganando fama de asesino en serie.

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La actitud tranquila del reo y sus ironías eran interpretadas por algunos como muestras de cinismo y, por otros, como pruebas de su inocencia. Cualquiera fuera lo opinión, todos estaban pendientes de Dubois. Durante el proceso, fuera de los tribunales, en Plaza Victoria, se juntaba un tumulto de gente de todas las clases sociales, en espera de ver al acusado y, una vez sentenciado a muerte, las visitas se hicieron comunes y hubo mítines en protesta por su inocencia. El día de su fusilamiento una apiñada concurrencia- reporteros, fotógrafos y ciudadanos- estaba en primera fila esperando verlo morir. Sólo les pido que apunten bien al corazón- dijo el desventurado.
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Se dice que a la jornada siguiente de su defunción los porteños comenzaron a visitar su tumba. Pronto corrió el rumor de que Dubois se vengaba de sus inculpadores desde el más allá. El Presidente Pedro Montt, que había negado su indulto, murió en Francia y luego su sucesor sufrió la misma suerte. Ese fue el punto de partida de las creencias que lo transformarían en distintos personajes y uno a la vez, según las variantes que fue tomando su leyenda: un poeta distinguido dominado por un enfermizo impulso asesino; un artista que quería hacer de sus crímenes obras de arte; un homicida impulsado por fuerzas sobrenaturales; un galán aventurero y heroico, acusado falsamente de asesino por la clase alta; y un ladrón que robaba a los ricos para dar a los pobres, muerto en represalia (1).
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Esta última versión es la que ha perdurado con más fuerza; la mayoría de las personas que visitan la animita de Dubois en Playa Ancha cree que fue y sigue siendo un alma caritativa. Esa fe hizo que su sepultura ya en 1908 rebosara placas de agradecimiento por favores concedidos. Cuando las osamentas de Dubois fueron trasladadas a la fosa común, en un sector alejado del cementerio, se hizo un túmulo con los dos nombres del finado. Allí fueron, entonces, sus fieles a ponerle velas. La animita tuvo otra locación más antes de la actual. Ésta última se logró gracias a la reunión de ciento y tantas firmas, ante amenaza de eliminación. Los seguidores de Dubois se han encargado de adornarla y cuidarla.

La leyenda de Emile Dubois es un clásico entre las historias locales. Los misterios biográficos de su persona sólo importan en la medida en que sigue siendo objeto de culto. Más que colombiano o francés, Emile o Luis es netamente porteño.

(1) El estudioso de la literatura oral Víctor Rojas Farías, registró estas versiones de la leyenda de Dubois en los libros Colección Legendario Porteño y Valparaíso, El Mito y sus Leyendas.
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Prensa de la época. El público espera el fusilamiento
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Fusilamiento del inculpado Dubois
“El Mercurio” de Valparaíso
se hizo eco de los acontecimiento
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BIBLIOGRAFÍA

Valparaíso, el Mito y sus Leyendas – Víctor Rojas Farías. Valparaíso, 2001. Ril Editores, 2° edición
En el Corazón de la Paradoja – Proyecto Documental de Cornucopia Films. Corfo, 2005
Emile Dubois: Relación Verídica de sus crímenes y aventuras – Inocencio del Campo. Valparaíso, 1907

Datos extraídos de www.ciudaddevalparaiso.cl
Periódico Quincenal “Mi Valparaíso”
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