En el Cementerio Nº 3 de Playa Ancha se encuentra una curiosa tumba, al interior de un mausoleo un sarcófago de cemento se yergue sobre cuatro patas, que tienen la particularidad de poseer no cinco sino seis dedos.
Hasta esa tumba llegan periódicamente seguidores y creyentes, para pedir favores o ayuda en lo económico.
¿A quién pertenece?
Cuenta la leyenda que a finales del siglo XIX, un hombre extremadamente pobre llegó desde España a radicarse en el puerto de Valparaíso. Se trataba de Martin Busca Vilanova, un español oriundo de la localidad de Garriguella quien, sin un solo peso en el bolsillo, llegó a tierras chilenas para probar suerte.
En el viaje lo acompañó su hermano José, quien, con el correr del tiempo, sería el único que dejaría descendencia en estas partes del mundo.
Hasta dicho momento, la historia de Martín Busca podría haber sido similar a la de cualquier inmigrante que como muchos, llegaron a Valparaíso a buscar su destino.
Sin embargo, la vida de Martín Busca dio un giro sorprendente cuando, aburrido de su pobreza absoluta, decidió, cuanta la leyenda, sellar un pacto con el Diablo, con tal de cambiar su fortuna.
Dice el mito que de la noche a la mañana, el pobre, casi indigente Martin Busca se convirtió en un hombre rico, gracias a sus tratos con el Diablo.
BENEFACTOR
Pese a su nueva condición de millonario, Martín Busca no se cegó con el poder del dinero; al contrario, el hombre tenía tanta riqueza que decidió compartirla con los que más la necesitaban, tal como una vez lo requirió.
Sin embargo, su supuesto pacto con el diablo era algo que no le dejaba conciliar el sueño y decidió contárselo a los más cercanos. El trato con el Príncipe de las Tinieblas consistía en que, una vez muerto y en el momento en que sus huesos tocaran la tierra, Martín Busca le entregaría su alma a cambios de las riquezas que había adquirido en vida.
Con el correr de los años, Martín Busca idearía la forma perfecta para eludir su compromiso adquirido en vida y que sería cobrado en muerte.
En compañía de su hermano José y sus sobrinos Guillermo y Pedro, Martín Busca llego hasta el valle de casa blanca en donde se hizo de un terreno que comprendía más de siete mil metros cuadrados. En ese lugar conoció al entonces niño Manuel Muñoz, quien hasta el día de hoy vive en el sector de lo Ovalle, justo al frente donde Martín Busca tenía su casa patronal.
En una fría tarde de Junio viajamos al sector mencionado anteriormente. Se trata de una localidad pequeña de la V Región, la cual tiene una sola calle principal. Al llegar preguntamos en la primera vivienda que vimos por Manuel Muñoz. Como si se tratase de un personaje típico del sector, con exactitud nos dieron las indicaciones para llegar a su casa.
Llegamos a una casa verde cuando ya la oscuridad de la tarde comenzaba a caer sobre Lo Ovalle. La reja estaba abierta y un perro negro dormía plácidamente en una de las esquinas exteriores de la vivienda. Atravesamos la reja y gritamos el tradicional ¡Aloooooooooo ¡ El perro grande y negro levanto su cabeza. En la puerta apareció una señora, con una sonrisa, pregunto; ¿Qué desea!?
Les explicamos nuestro propósito y antes de terminar, soltó un grito: “¡Manuel, te buscan! es por lo de Martín Busca!”. De la parte posterior de la casa apareció un caballero canoso de baja estatura y que en sus manos portaba unos gruesos lentes. Como si nos hubiera estado esperando, tomo una silla, se sentó y nos indico las otras sillas para que tomáramos asiento y comenzáramos a escuchar su relato.
“LO CONOCI”
“ Claro que lo conocí. Yo tenía 12 años cuando él llego acá, allá por el año 42 o 43.” Con un grupo de cabros (*) trabajábamos para él, quemando y limpiando los caminos de la hacienda señalo Manuel Muñoz. En ese entonces nos pagaban 2 pesos por jornada trabajada así que nos pasábamos el día con los demás muchachos. Lo pasábamos bien; mi padre trabajaba directamente con Martín Busca quien era un gran patrón”, continuo Muñoz. El hombre quien parecía conocer la historia al revés y al derecho, agrego que ¡”don Martín era un hombre grande, ancho. Siempre andaba vestido de traje impecable y peinado para atrás con gomina. Era un hombre muy bondadoso y siempre estaba ayudando a las demás personas. Siempre entregaba dinero para que las familias pudieran trabajar la tierra y así después vender sus productos. Nunca escuche que le hiciera mal a alguien, todo lo contrario.”
EL DIABLO
“Ahora si usted me pregunta si don Martín tenía algo que ver con el diablo.... yo le digo que sí, que el hombre algo raro tenía con el diablo”, detallo don Miguel , “Acá se contaban muchas historias con respecto a lo que ocurría en el sector y las cosas raras que pasaban en torno a Martí Busca”.
Una de las historias que más se repiten entre los habitantes de Lo Ovalle es la de la carroza tirada por grandes corceles negros. “Algunas noches cerca de la una, una carroza negra, tirada por corceles, bajaba de los más alto del cerro. Atravesaba un protón grande de fierro como si nada. En esa carroza se supone que venían a buscar a Martín Busca, yo no lo vi, pero i padre sí,” añadió. Luego de un par de años Martín Busca decidió abandonar el sector de Lo Ovalle y regresar a Valparaíso donde ejecutaría un plan que intentaría doblarle la mano a un destino que estaba marcado en el infierno. |